miércoles, 20 de mayo de 2009

La gran operación política de dominación mundial


Los manejos monetarios y los ingresos generados por los empréstitos internacionales, son el barco insignia que lleva la riqueza hacia el exclusivo grupo de los países del llamado G-7 o Grupo de los Siete… Y en estos tejes y manejes, ciertamente Estados Unidos de América es quien lleva la parte del león…

EEUU, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Japón, y en alguna medida también Canadá e Italia, obtienen muy jugosas ganancias a través del propio sistema financiero…

No bajemos la cabeza… No cerremos los ojos ante esta realidad… No apliquemos la estrategia del avestruz…

Solamente podremos entender cabalmente qué nos está pasando, con información financiera más detallada y de mayor calidad… Solamente podremos entender cabalmente por donde están nuestros drenajes monetarios, analizando el sistema financiero internacional en su conjunto, así como los sofisticados mecanismos de la deuda externa y del financiamiento de los resultados deficitarios de las balanzas de pago…

Los países emergentes no tienen otra opción… Los países del Tercer Mundo necesitan pedir una profunda revisión de los acuerdos financieros surgidos de la conocida Reunión Internacional de Bretton Woods… Con urgencia necesitamos convocar a una II Conferencia Internacional de Bretton Woods (BW-II), pues el compromiso multilateral de cierto número importante de países es fundamental para que una iniciativa de este tipo tenga éxito, y así poder establecer reglas acordes a los desafíos del nuevo milenio…

Transparencia, integridad, responsabilidad, simplicidad, prácticas bancarias sanas y más fácilmente controlables, finanzas nacionales claras y que puedan ser supervisadas… Éstos bien podrían ser los principales ejes vectores a tener en cuenta en una eventual reforma de las finanzas internacionales…

Cierto, no será fácil cambiar la arquitectura financiera internacional, pero el proyecto social de Agustí Chalaux nos marca un camino, nos marca un rumbo cuya principal bandera es la introducción de una mayor claridad y de una mejor información en el gran juego internacional de las transacciones comerciales y financieras, vía el dinero telemático…

Muy probablemente la sofisticada ingeniería monetaria internacional con reglas asimétricas que mucho favorecen a los países desarrollados, es la que hoy día está impidiendo el avance de los países del Tercer Mundo… Sin duda la ingeniería monetaria está hoy día al servicio de la plutarquía bancaria… Y urgentemente debemos tomar acciones para que esta situación cambie en forma radical…

En el libro titulado “Memoria del fuego”, el conocido escritor uruguayo Eduardo Galeano al siglo XX llamó siglo del viento…

Ciertamente esta denominación es muy adecuada para designar una época turbulenta y muy cambiante, de continuas y profundas transformaciones en lo científico, en lo tecnológico, y en lo político, tales como las que efectivamente ocurrieron durante el siglo XX… Baste con recordar las terribles guerras ocurridas durante el siglo XX, así como los reprobables y repugnantes genocidios realizados contra los judíos y contra los armenios y contra algunas etnias africanas, y también los traumáticos y repentinos cambios ocurridos en las fronteras políticas de algunas naciones, y también el sorprendente dominio logrado en el uso de la energía atómica, y también el enorme progreso del maquinismo y de los medios de transporte, y también el rápido desarrollo realizado en las comunicaciones multimedia, y también los grandes avances logrados en materia de sanidad y de salud, y también la aparición de nuevas enfermedades, y también la ocurrencia del terrorismo sedicioso y del llamado terrorismo estatal o terrorismo fascista, etcétera…

Esta denominación siglo del viento como sinónimo de siglo XX, alude e imita a las denominaciones del mismo tipo usadas para el siglo XVIII, período histórico que también es conocido como siglo de la iluminación, como siglo de la ilustración, y como siglo de las luces…

Estas tres últimas denominaciones por cierto pretenden recordar y resaltar que el siglo XVIII fue un período donde se produjo una muy importante renovación del pensamiento filosófico, literario, y político-social, y que por tanto merece una etiqueta que en alguna medida evoque y haga presente esta especial circunstancia o particularidad…

Siguiendo con este paralelismo y con este especial y particular manejo de etiquetas… personalmente proponemos utilizar y aplicar la expresión siglo digital para designar al siglo XXI, ya que sin lugar a dudas los controles digitales y los dispositivos digitales tendrán en esos años una importante gravitación así como un importante efecto transformador…

Las denominaciones siglo digital y siglo telemático, con toda certeza se acomodan bien para etiquetar al siglo XXI…

lunes, 13 de abril de 2009

la estupidez colectiva


La viveza individual es una estupidez colectiva…

Bonito pensamiento… Profunda reflexión… Máxima o aforismo para siempre recordar, para enmarcar, y para colgar en la sala…

¿Cómo comenzó la viveza individual en desmedro de los semejantes y en perjuicio del colectivo?… La respuesta se diluye y se oculta en la noche de los tiempos…

En un colectivo en formación tal vez primero se ayudan sanamente unos a otros… Son tan grandes las carencias, son tan grandes los peligros externos, que los apoyos o los favores recibidos, por pequeños y modestos que ellos sean, se agradecen de todo corazón…

Pero luego el colectivo se afianza y se hace más seguro, y tímidamente aparecen algunos desvíos… El colectivo sigue su curso, se agranda, se fortalece, y crea avances y estructuras que a todos benefician… Y claro, nunca faltan quienes aspiran a recibir un poco más que los demás…

Los más tímidos, los aún reticentes, observan asombrados y azorados esos desvíos, pero no saben como combatirlos o como aminorarlos o como enjuiciarlos… Y luego llega el día que algunos de ellos se despiertan en la mañana y se interrogan: ¿Y por qué yo no también?…

Cierto, muchas religiones han intentado poner coto o límite a estas desviaciones, a estas avivadas, a estas picardías, a estos abusos, a estas inequidades, a estos comercios ilegales y denigrantes, y en algunos momentos históricos estas concepciones cosmológicas y de educación para la vida moralizante, han logrado revertir en parte ese camino errado, invocando la espiritualidad y el humanismo, ensalzando el gozo interno de quien observa un muy sano e impecable comportamiento personal, señalando recompensas y castigos en el más allá, estableciendo adecuados decálogos de comportamientos que se estimula a seguir a pie juntillas…

Pero la humanidad continuó avanzando, continuó progresando, y muchas ciudades se hicieron cada vez más grandes… Surgieron lo que hoy día llamamos megalópolis, donde la individualidad se pierde en el anonimato, donde la vorágine de los acontecimientos obliga a vivir siempre apurado, siempre cumpliendo horarios y compromisos, con frecuencia otorgando exagerada importancia a los bienes materiales, y dejando cada vez menos espacios para la reflexión, para el regocijo del espíritu, para el desarrollo de afectos familiares y de sanas amistades, para la ejecución de acciones elogiables y solidarias, para la meditación trascendental y mística… En esos enormes y complejos conglomerados humanos, las buenas acciones son proporcionalmente escasas y excepcionales, y trascienden en forma muy limitada… Y paralelamente muchas actividades productivas logran gran eficiencia, y así se genera una muy interesante plusvalía social… Y esa plusvalía comunitaria, claro, es muy tentadora, y tienta a más de uno… Total, las relaciones de intercambio están orientadas y controladas con un instrumento social muy imperfecto, están orientadas y controladas con dinero anónimo, que deja pocos rastros de abusos, de manejos, y de fraudes… rastros o pistas que como se dijo son escasos, y que por otra parte quedan rápidamente ocultos en una maraña de registros y de documentos a la que es muy difícil entrarle, pues las normativas y los formatos son muy disímiles, y no tienen ningún tipo de articulación centralizada y normalizada… rastros o pistas que los escasos testigos rápidamente olvidan o dejan de lado, ocupados como están en sus propios asuntos, y en algunos casos temiendo represalias o simples complicaciones administrativas que no les depararán ningún beneficio directo: “Cada lechón en su tetilla es la forma de mamar”.

Está bien, aplausos para quienes en este contexto se abstienen de las malas acciones… Aplausos para quienes en este contexto incluso dedican toda su vida a amar al prójimo, ayudando a suavizar las situaciones más extremas e injustas que se dan en esta estructura social en lo global muy rica y con enormes posibilidades…

Pero por un instante detengámonos a la vera del camino, y pensemos con criterios holísticos, y tratemos de imaginar y de eventualmente aplicar sanas estrategias integrales de convivencia, que por su estructura y funcionamiento de hecho dejen poco margen para los desvíos… Así, apliquemos a lo social los principios de seguridad industrial y de higiene industrial tan conocidos por los ingenieros…

La carne es débil y llama al pecado… ¿En lugar de principalmente trabajar con los potenciales pecadores o con los pecadores consumados, apelando a sus mejores reservas espirituales y morales para que siempre recorran la senda del bien y de la solidaridad interpersonal, por qué no situarnos todos en una organización social que tenga una muy especial estructura, en la que exista muy poco margen para los desvíos, y para las agresiones, y para la corrupción, y para las aberraciones, y para las actividades declaradas ilegales, y para las inequidades en cuanto a riquezas y a oportunidades?… Esta nueva y remozada organización social, esta nueva estructura comunitaria-institucional, por cierto no es una utopía, y la tenemos a la vuelta de la esquina… Comencemos por introducir progresivamente el dinero responsable e informativo, o sea lo que algunos investigadores sociales llaman dinero telemático, y poco a poco desplacemos así al dinero anónimo y permisivo… Y por cierto, sobre esta nueva base construyamos relaciones de convivencia mucho más transparentes, y factibles de seguir en sus efectos y en sus cadenas y en el esclarecimiento de las responsabilidades individuales… Así mucha más gente abandonará sus equivocadas estrategias de convivencia y supervivencia, no tanto porque reciban un sano y moralista llamado espiritual para esto hacer, sino porque el camino social no dejará muchas salidas para las desviaciones…

Con frecuencia es la ocasión la que hace al ladrón, y por cierto con frecuencia también es la ocasión la que hace al pecador…

jueves, 22 de enero de 2009

¿Cómo salir de la crisis financiera mundial? ¿Cómo afrontar el temporal financiero?


Hoy día los gobiernos ayudan a los bancos que son quienes provocaron la actual crisis financiera, en lugar de ayudar a los trabajadores de baja y mediana calificación que son los que más sufren con esta crisis… ¿No es un contrasentido?…

Muy buena observación… Y excelente pregunta… Y excelente interrogante…

En mi modesta opinión, hay que saber distinguir entre las respuestas rápidas para atender a la coyuntura económica, y las acciones de mediano y largo plazo para mejorar la situación de nuestro entorno económico…

En cuanto a las respuestas a la situación coyuntural, en lo personal no estoy tan en desacuerdo con las soluciones actualmente adoptadas en EEUU y en Europa de salvar al sistema financiero, por más antipático que ello sea, pues si se deja caer al sistema bancario puede sobrevenir el caos generalizado, y eso será malo para mucha gente, y en especial para los trabajadores, e incluso para los pobres e indigentes…

Ahora bien, si no se toman soluciones de fondo, una vez que la crisis pase tendremos unos años de tranquilidad, y luego patapúfate, de nuevo el desastre, de nuevo una crisis, de nuevo un desajuste…

Hay que entender que el neocapitalismo ya fue, pues razonablemente podemos decir que terminó hace quince años… Ahora estamos en una nueva fase del capitalismo mucho más injusta y destructiva que la fase anterior, y a la que podríamos llamar capitalismo especulativo e informal…

Debemos parar este proceso, y en mi modesta opinión ello es perfectamente factible, pero siempre que adoptemos el uso extendido y generalizado del dinero telemático, o sea de dinero escritural, no anónimo, autoexplicativo de transacciones, y manejado exclusivamente por medios telemáticos…

Pongamos atención en la moneda telemática… Pongamos atención en el circulante telemático… Pongamos atención en la acuñación telemática… Concentremos nuestro esfuerzo reflexivo en los sistemas monetarios telemáticos y en las monedas nacionales telemáticas, y sin duda también en el posible sistema monetario internacional telemático controlado por una moneda internacional telemática… Prestemos mucha atención, pongamos mucho interés, en la posible creación de un bancor telemático…

martes, 13 de enero de 2009

Mejoremos la recaudación de los impuestos en administración y en criterios sociales


Diferentes países por cierto implementan sus políticas fiscales y sus estrategias impositivas de maneras diferentes, y obviamente las consecuencias o los efectos son diferentes en uno u otro caso. Y esta área debería de recibir una atención preferente por parte de politólogos, por pate de políticos, y por parte de teóricos sociales, pues es de fundamental importancia y de gran trascendencia. Las reformas jurídicas y administrativas estarán en la base de nuestras más importantes y radicales transformaciones sociales.

De todas formas y desde mi óptica, y desde mi enfoque personal, es de destacar que todas las actuales estrategias fiscales aplicadas en las diferentes naciones del mundo tienen varios puntos en común, tienen varias falencias en común: (1) Implementan mecanismos administrativo-recaudatorios de mediocre calidad, (2) Los efectos en la economía a veces son inciertos, fruto de las inconsistencias y de los desaciertos, (3) Las políticas fiscales no logran ser convenientemente finalistas, (4) Las bases imponibles en muchos casos no están bien constituidas y no responden a criterios sociales, (5) Los costos de administración de la estructura fiscal son elevados, (6) En muchos casos los sistemas son de difícil y compleja respuesta por parte de los contribuyentes, exigiéndoles atención respecto de vencimientos y respecto de formas de pago, exigiéndoles también declaraciones juradas y aún el cálculo de los propios impuestos a pagar, asuntos todos que recargan al usuario y le restan tiempo y energía que podría estar destinada a la producción y/o al esparcimiento creativo y/o a la reflexión crítica y/o a la propia formación cultural y profesional, (7) En los sistemas fiscales actuales se comete el peor de los desacierto sociales, la peor de las injusticias sociales, en el sentido que no se logra eficiencia en cuanto al combate a la morosidad fiscal y a la evasión fiscal, aspectos que sin duda constituyen la peor de las injusticias, pues ya no es que se le solicite un esfuerzo fiscal paritario tanto a ricos como a pobres, sino que algunos ricos casi no pagan impuestos porque evaden, mientras que algunos pobres se avivan, pasan a la informalidad, y directamente dejan de pagar impuestos.

¿Qué hacer? ¿Qué actitud tomar? Puesto que impuestos hay que cobrar. Puesto que sistemas fiscales tiene que haber.

En mi modesta opinión se requiere una profunda y completa reforma de los sistemas fiscales, orientando la recaudación de los impuestos para que ella sea contemporánea con los actos y hechos gravados, recaudación que debe estar intensamente automatizada, que debe ser de cobro compulsivo a través de mecanismos de débitos en cuenta, que debe eliminar figuras intermedias como el del agente de retención, y que debe desligar a los contribuyentes del cálculo de sus impuestos y aún de preocuparse por pagar los mismos. Debemos convercernos: Es necesario adaptar las políticas fiscales a los nuevos tiempos, es necesario abandonar la ortodoxia fiscal por no ser adecuada a las actuales necesidades.

Todas estas nuevas características de los sistemas fiscales que en un análisis superficial parecen tan utópicas, serán perfectamente posibles en la futura sociedad telemática controlada a través del dinero telemático. Y para una profundización de estos conceptos, me remito a las informaciones y documentos ya disponibles en los espacios web de la serie Digimundo. Información equivalente y tal vez de consulta más cómoda también se presenta en las publicaciones realizadas en Uruguay por Ediciones Cúdita; estas publicaciones son de distribución gratuita en su formato digital, y pueden ser solicitadas a: cudita1@yahoo.es

Y una cosa más. Se dirá bueno, las soluciones finales están muy lejos en el horizonte pues probablemente la sociedad telemática en su versión madura recién estará disponible luego de pasadas tal vez varias décadas y aún varios siglos. Bueno, puede ser que la expresión madura de la nueva organización social que estoy imaginando tarde bastante en ser alcanzada, pero reformas preparatorias pueden ser implementadas en forma inmediata y no necesariamente al unísono en muchos países, y por tanto hará falta tal vez un año para el estudio profundo de las soluciones legislativas y administrativas, y la aplicación luego podría darse en forma casi inmediata y con resultados tangibles observables en forma casi inmediata.

domingo, 11 de enero de 2009

La contratación digital, la contratación controlada telemáticamente


En nuestra sociedad contemporánea, el instrumento económico-financiero por excelencia, autodocumentado y autoexplicativo, en el cual la sociedad civil tiene ya una experiencia acumulada relativamente importante, por cierto es el documento contractual, formalidad que adquiere validez jurídica cuando es autenticado o rubricado por las partes contratantes, de manera acorde a usos y costumbres, y también de conformidad con las disposiciones legales y reglamentarias vigentes en el espacio social donde dicho documento se establece.

En ciertas circunstancias y para cierto tipo de contratos o de acuerdos, incluso se exige la participación de un profesional (escribano público, notario, veedor, abogado, juez, etcétera), para que asesore a las partes en cuanto a los alcances contractuales y legales a los que cada cual se está comprometiendo, y/o para que eventualmente oficie de testigo, y/o también para que eventualmente se encargue de ciertas formalidades, como por ejemplo: (1) inscripción en registros públicos de estos compromisos acordados (trámite que en algunos casos es obligatorio y que en otros casos es optativo), (2) expedición de certificados o de constancias, (3) aclaraciones varias respecto de aspectos que pudieran no quedar claros y que posteriormente estuvieran sujetos a controversia y/o a juicio, (4) declaraciones judiciales que pudieran ser requeridas por autoridad competente o por parte involucrada, etcétera, etcétera.

En otras circunstancias, el contrato es un simple documento privado redactado por las partes y firmado por ellas (generalmente extendido en dos copias), y para la validación definitiva del mismo no es obligatorio que participe un profesional que oficie como asesor o como testigo, aunque a veces se pide la intervención de un notario con la sola finalidad de que certifique las firmas de las partes involucradas.

En otras circunstancias no existe un documento formal con cierto número de cláusulas contractuales, aunque sí existe un contrato tácito o implícito. Es el caso por ejemplo de compras de mercaderías en un supermercado o en cualquier otro negocio, situación en la cual la documentación de la compra simplemente se hace a través de una factura o de un tiquete de caja, constancia que en muchos casos describe las mercaderías compradas en forma somera e imprecisa.

Por su parte, los honorarios profesionales y otros servicios frecuentemente son pagados directamente por el cliente con dinero contante y sonante, sin que medie descripción del servicio recibido o documentación de algún otro tipo, y a lo sumo y si lo solicita el cliente, el proveedor o profesional le extiende un recibo por el importe abonado, el que en muchos casos describe bastante mal el servicio que realmente se le brindó al cliente. Pero con certeza y aunque no llegue a formalizarse un acuerdo escrito, también en este caso hay de hecho un contrato tácito, aunque el mismo puede incluso que sea verbal o meramente implícito. Y tal es así, que algunas veces por servicios recibidos o no cumplidos, se pueden llegan a concretar reclamaciones administrativas o legales, invocando mala praxis profesional, o planteando disconformidades varias respecto de manipulaciones o de resultados, etcétera, etcétera, peticiones o demandas que si tienen andamiento es porque existe un marco jurídico-reglamentario apropiado, y porque de hecho se admite la existencia de algún tipo de acuerdo entre las partes involucradas, aún cuando dicho acuerdo no se haya explícitamente formalizado en un documento.

En base a estos argumentos, destacamos y señalamos que la idea-fuerza que nos anima en la propuesta de una posible y futura sociedad telemática, es la de que toda la actividad económica-financiera repose sobre la emisión y validación de lo que llamaremos contratos digitales o contratos telemáticos.

Los contratos telemáticos no serían otra cosa que documentos digitales susceptibles de ser manejados con computadoras así como transmitidos a través de redes digitales de datos, con suficientes elementos de seguridad para que los mismos no puedan ser modificados o trampeados en forma alguna, y con uno o varios procedimientos de validación o de aceptación por parte de los contrayentes.

Cada uno de estos documentos digitales tendría al menos dos divisiones o sectores, o incluso tal vez tres divisiones o sectores. Uno de ellos describiría en un idioma oficial todas las obligaciones y los derechos de las partes contratantes. Un segundo sector podría estar constituido por una especie de cabezal o de carátula, en donde en un formato rígido se podrían reiterar determinados datos importantes, como ser tipo de contrato, fecha del acuerdo, fecha de inicio de vigencia del acuerdo, período de vigencia del contrato, identificación de las partes contratantes, etcétera. Un tercer sector del documento podría ser un típico algoritmo digital empaquetado, que oportunamente iría expulsando pertinentes órdenes digitales de pago (solamente una o varias), todas ellas con su correspondiente fecha de cumplimiento y también con su correspondiente monto, así como con la identificación de las cuentas desde donde se extraerían los fondos y hacia donde se dirigirían los fondos. Como seguramente estará imaginando el lector, estos otros elementos digitales, esos otros objetos digitales, estas órdenes telemáticas de pago, deberían estar todas ellas en total concordancia con las obligaciones contractuales establecidas en el documento telemático que las generó, y también en concordancia con la supuesta situación de cumplimiento de otras disposiciones no dinerarias allí también establecidas o eventualmente decretadas por ley.

Obviamente, se supone que cada orden digital de pago siempre iría acompañada con conveniente información extracontable, la que haría referencia al contrato generador de la misma, así como a ciertos datos adicionales (códigos, descripciones, etcétera) que darían certeza sobre la contrapartida no dineraria y/o sobre la cláusula contractual a la que correspondería esa solicitada transferencia dineraria. En la medida que todo el movimiento financiero reposaría entonces en los contratos digitales, por cierto sería obligatoria la participación de un veedor o notario en cada uno de ellos, quien además de actuar como testigo y asesor en el momento que las partes están gestando y validando el contrato, también sería el responsable de inscribir el contrato en un registro general telemático de contratos, y también sería el responsable de validar cada una de las órdenes oportunamente expulsadas por el contrato (y eventualmente también de modificar o completar o dejar en suspenso esas órdenes telemáticas, si ese debiera ser el caso).

Recapitulando, describiremos a continuación la mecánica operativa general a la que se verían sometidos todos los compromisos contractuales dinerarios, en esa futura y plausible sociedad telemática que estamos imaginando y que aquí estamos describiendo.

Un veedor y dos o más partes participarían en la elaboración de un contrato digital a una determinada fecha, y en un determinado momento todos ellos lo validarían de alguna manera, en señal de aceptación de los compromisos allí estipulados. El veedor ciertamente también lo validaría, ratificando así su calidad de testigo, y asumiendo así los compromisos posteriores que le fueran pertinentes. Todas estas partes podrían estar en un mismo lugar y en forma presencial, aunque en ciertos casos también se toleraría que el acuerdo fuera no presencial, aunque en este caso tomando evidentemente los recaudos que fueren aconsejables para que no se pudieran cometer ilícitos, y/o para que no se pudieran vulnerar ni la voluntad ni la buena fe de las partes.

En el momento de la validación de un contrato digital por las partes involucradas, el veedor tendría la obligación de dar a todas ellas una copia digital y eventualmente también una copia impresa del acuerdo que viene de establecerse, como simple constancia o respaldo. La copia impresa serviría a las partes para evacuar cualquier duda que se tuviera respecto del asunto entre manos, y la copia digital le podría servir para muchas otras cosas, como por ejemplo para a su vez dar una copia del acuerdo a un abogado o a un empleado, para contra ese objeto digital verificar eventuales enmiendas o desvíos en correspondientes objetos digitales contenidos en algún registro público o privado, o en correspondientes objetos digitales recibidos eventualmente en alguna casilla de correo electrónico, etcétera.

Con posterioridad y dentro de un determinado plazo, el veedor tendría la obligación de inscribir el contrato digital en un registro general telemático de contratos, condición sine qua non para que ese contrato digital pudiera adquirir fuerza legal.

Con posterioridad, las partes involucradas tendrían el derecho de acceder a ese documento digital en el mencionado registro, con la finalidad de verificar que todo está en orden, o por cualquier otra razón que se pudiera presentar. Cierto plazo también le sería acordado a las partes, para que pudieran plantear algún tipo de protesta o de reclamo, concerniente a algún aspecto parcial del acuerdo, o en ciertas situaciones incluso haciendo uso de un período de reflexión, dentro del cual todas las partes o algunas partes podrían unilateralmente reclamar la anulación completa del contrato sin consecuencias onerosas para nadie.

Respecto de la recién señalada fase de validación o de protesta, bien podría incluso pensarse en distinguir dos situaciones diferentes: (a) la de aquellos contratos digitales de cierta importancia y relevancia, que para que efectivamente pudieran adquirir fuerza legal obligatoriamente deberían ser ratificados por todas las partes o por algunas de las partes en una instancia posterior y separada, luego de efectivamente cumplida la inscripción en el registro general telemático (ratificación que sólo exigiría la firma electrónica del documento hecha a distancia); (b) la de aquellos contratos digitales de menor importancia financiera y de gran cotidianeidad, que adquirirían fuerza legal en forma automática por su sola inscripción en el registro hecha por el veedor, salvo que en un plazo razonable alguna de las partes ejerciera su derecho a concretar alguna protesta o a iniciar alguna acción anulatoria o suspensoria.

Muy bien, una vez que un contrato digital se hubiera ingresado correctamente en un registro general telemático y luego que el mismo hubiera adquirido fuerza legal, en momento oportuno ese objeto digital iría expulsando las órdenes digitales de pago que correspondieran. Y para que las transferencias dinerarias así expresadas pudieran realmente efectivizarse, las mismas a su vez deberían pasar una serie de instancias de validación, según el detalle que se indica seguidamente.

Primero que nada el veedor debería validar y liberar todas aquellas órdenes de pago emitidas por contratos digitales que él hubiera inscripto, sin lo cual la orden de pago simplemente quedaría en suspenso, y eventualmente sujeta a reclamación o a protesta por alguna de las partes. Bajo ciertas circunstancias el veedor podría tener algún sustituto o reemplazante para la realización de esta tarea de validación, en condiciones que ciertamente deberían estar muy bien reglamentadas y reguladas. Obviamente y en ciertos casos especiales, el veedor también podría completar, o enmendar, o incluso anular, algunas de las órdenes digitales de pago que le llegaran para validación, aunque en todos estos casos especiales, debería quedar expresa constancia en el propio objeto digital de las enmiendas o de los agregados que pudieran haberse realizado. Estas enmiendas y estos agregados podrían ser necesarios en caso que los montos establecidos en algún contrato debieran ser calculados por aplicación de alguna compleja fórmula paramétrica, o en caso que un nuevo impuesto o una nueva resolución legal afectara la parte financiera establecida en algún contrato, etcétera, etcétera.

Obviamente, estamos imaginando que ninguno de los objetos digitales a los que estamos aludiendo podría ser eliminado de los correspondientes bancos de datos, tal como suele imponerse en cualquier sistema de contabilidad. En efecto, cuando un contrato digital perdiera vigencia por espiración de plazo o porque las partes acordaron su rescisión, este objeto simplemente tomaría buena nota de esta modificación y cambiaría su categoría, pero de ninguna manera sería eliminado. Asimismo, cuando una orden electrónica de pago fuera efectivamente cumplida, por cierto adquiriría ella esta condición, pero tampoco sería eliminada de los bancos de datos. Así, podrían elaborarse estadísticas muy detalladas y exactas sobre la actividad económica desarrollada en un determinado espacio económico, y además cada agente económico también podría tener un control muy grande sobre sus propias transacciones financieras, así como también podría elaborar convenientes y detalladas estadísticas personalizadas de toda clase y color.

Pero sigamos con el hilo conductor que detallaba la cascada de validaciones que recaerían sobre las órdenes telemáticas de pago. De su lado, la parte contractual en cuya cuenta dineraria se haría el débito correspondiente, tendría cierto tiempo para plantear algún reclamo o para señalar algún eventual error en relación a alguna orden de pago que le concerniera como emisor. Cumplido ese plazo sin que mediara de su parte ningún tipo de protesta o de observación, lisa y llanamente el débito y el correspondiente crédito se ejecutarían de inmediato.

Por cierto, en caso que la cuenta donde debiera hacerse un débito no tuviera en ese momento fondos suficientes, ello daría lugar a algún tipo de procedimiento para que en un plazo más o menos breve este mandato pudiera efectivamente cumplirse (ya fuera en dos o más etapas, ya fuera con retardos y recargos, etcétera), y por cierto también teniendo en cuenta algún sistema de prioridades que bien definiera los débitos que debieran cumplirse por derecha, que bien definiera los débitos que debieran cumplirse con antelación. Una serie de distintos procedimientos estándar podrían estar previstos para estas situaciones especiales, uno de los cuales incluso podría ser elegido por las partes durante la etapa de elaboración del propio contrato digital. Claro, el beneficiario de fondos que se viere afectado porque los mismos no le llegan en tiempo oportuno, siempre podría tomar algún tipo de acción judicial o extrajudicial, a efectos de rescindir el contrato, a efectos de reclamar daños y perjuicios, a efectos de llegar a un acuerdo de partes, etcétera, etcétera. De todas maneras, la idea para estas situaciones especiales, es la de aplicar algún tipo de procedimiento o de ingeniería financiera que en ningún caso implique creación monetaria. Si un agente financiero no tiene fondos suficientes como para cumplir con una obligación monetaria a la que se comprometió o que le corresponde por ley o por resolución judicial, la otra parte no debe de recibir esas unidades monetarias, salvo que para esa situación especial previamente se hubiera acordado recurrir a un fondo que oficiara de garantía.

Muy bien, planteada la mecánica general de tratamiento de los contratos digitales y de los pagos dinerarios en ellos contemplados, corresponde aclarar que nuestra propuesta respecto de esa futura y posible sociedad telemática que aquí estamos describiendo, implicaría que la única forma operativa y válida de ordenar una transferencia dineraria de una cuenta a otra cuenta, sería a través de la expulsión de una conveniente orden de pago por parte de un determinado contrato digital, el cual se debería encontrar en ese hipotético registro telemático de contratos al que anteriormente hicimos alusión. Debemos pues imaginar que siempre podríamos formalizar un contrato digital, aún para generar pagos de poca monta y muy cotidianos.

Plantear un posible contrato digital así como un veedor para su seguimiento y control, evidentemente en ciertos casos no es nada difícil de imaginar. En los contratos de trabajo por ejemplo, el veedor podría ser el contador general de la empresa o el jefe de personal, y todos los otros detalles de implementación obviamente no serían muy difíciles de describir. Las compra-ventas de mercaderías, las contrataciones de servicios específicos, las contrataciones de servicios regulares por el sistema de pagos mensuales (servicios para abonados), etcétera, ciertamente están en una situación similar a la anterior, por lo que en relación a estos casos no vale la pena agregar aquí más comentarios.

Por su parte, plantear un contrato digital en concordancia con un préstamo que debería ser devuelto en una o varias cuotas de amortización y de intereses, tampoco es algo oscuro que fuera muy difícil de implementar.

Pensemos ahora por ejemplo en una donación. Hoy día es posible donar una propiedad inmueble, y esto no plantea problemas de especie alguna. Así que la donación de cierta suma de dinero, por simpatía hacia una organización no gubernamental o hacia un partido político, o por solidaridad con un indigente o con una madre con hijos a cargo, tampoco debería plantear problemas especiales y exageradamente complejos. Claro, hoy día en ciertas circunstancias simplemente damos dinero para estos casos sin ningún tipo de formalismos, pero en la futura sociedad telemática que estamos imaginando, ello no sería posible pues allí no se usaría ningún tipo de dinero anónimo, sino exclusivamente monedas telemáticas, monedas escriturales y telemáticas, recursos financieros que solamente se encontrarían asociados con cuentas nominativas, y que solamente podrían ser movilizados a través de órdenes digitales de pago convenientemente expulsadas por contratos digitales existentes en un registro general telemático de contratos. Las donaciones y las ayudas familiares, por lo tanto también podrían implementarse sin ninguna dificultad en esa futura e imaginada sociedad telemática.

Pensemos ahora en las ayudas recíprocas dentro de una familia, ayudas financieras de esposo a esposa (o viceversa), de padres a hijos (o viceversa).

Aquí tampoco deberían plantearse mayores inconvenientes, pues para distintas situaciones podrían plantearse distintos tipos de contratos, aquéllos que contemplan una asignación fija cada mes, aquéllos que contemplan el uso de cuentas personales separadas y también el uso de una cuenta dineraria especial para la pareja (como si hubieran constituido una sociedad mercantil), aquéllos que contemplan traspasos especiales de una cuenta a otra por aprobación de todas las partes, aquéllos que únicamente contemplan traspasos especiales pero en montos acordes con las obligaciones que deban cubrirse, etcétera, etcétera. La figura del veedor en estos casos de traspasos monetarios al interior de la familia, bien podría limitarse exclusivamente a la homologación y registro del contrato digital, y por ejemplo delegando luego en un familiar (abuelo, tía, padre o madre, etcétera) la específica aprobación de las ayudas de uno de los progenitores a los hijos; y en este sentido, distintas casuísticas podrían imaginarse según la edad de los hijos, según la situación familiar, etcétera, etcétera.

En resumen, en esta futura y plausible sociedad telemática, cada agente económico (persona física o jurídica) tendría una cuenta dineraria expresada en unidades monetarias escriturales, y el dinero escritural o dinero telemático existente en esas cuentas, solamente podría ser movilizado por órdenes digitales de transferencia convenientemente generadas por contratos digitales. Dichos contratos digitales serían los objetos digitales activos que se encontrarían en un registro general de contratos. Obviamente, en este sistema financiero todos los objetos digitales serían autoexplicativos, y el ordenamiento planteado tendría tales normas que perfectamente posibilitaría el seguimiento de las diferentes cadenas de pago en los distintos sectores (producción, industria, o comercio).

Respecto de las cuentas dinerarias de cada agente económico, su titular tendría cierta libertad para allí plantear las subcuentas que le resultaren convenientes, aunque algunas de esas subcuentas podrían ser obligatorias por ley. Los traspasos monetarios de una subcuenta a otra de un mismo titular también se realizarían por voluntad del titular (o de su administrador o representante autorizado), aunque también algunas restricciones allí podrían ser impuestas por ley, por ejemplo para posibilitar un cómodo cálculo y débito de impuestos personales (a la renta, al patrimonio, a los ingresos, a las rentas inmobiliarias, a las rentas del trabajo, etcétera).

En cada espacio económico tendría vigencia una determinada moneda escritural, y los sistemas monetarios correspondientes a diferentes países o a diferentes áreas monetarias, estarían separados unos de otros, pero articulados entre sí a través de un sistema financiero internacional con una moneda internacional propia (que aquí llamaremos bancor escritural o bancor telemático o bancor virtual).

Un traspaso de capital de un país a otro podría ser necesario para: (a) pago de mercaderías que se importan; (b) pago de servicios que se contratan fuera (servicios de expertos o servicios profesionales, consultorías, servicios de turismo, servicios operativos como por ejemplo los centros de llamadas, etcétera); (c) donaciones internacionales; (d) ayudas a familiares en el exterior; (e) repatriación de capitales o de beneficios; (f) exportación de capitales para inversiones en el exterior; etcétera. Las unidades dinerarias que se encontraran en esta situación deberían pasar de la moneda de origen al bancor telemático, y luego del bancor telemático a la moneda de destino.

Dentro del sistema financiero internacional, toda la operativa financiera obviamente se realizaría en bancores telemáticos, y allí cada país tendría una única y propia cuenta dineraria. A estas cuentas dinerarias de los diferentes países, se le podrían agregar además distintas cuentas para los organismos internacionales, y también una cuenta especial para el operador del sistema. Las importaciones, las exportaciones, los movimientos de capitales, todo allí se manejaría con una operativa no muy diferente de la que se aconsejó implementar dentro de un país o dentro de una unión monetaria, aunque aquí tal vez convendría que los objetos digitales que serían los movilizadores del dinero, no fueran en este caso lo que antes llamamos órdenes digitales de pago, sino que fueran lo que podríamos llamar despachos internacionales (de mercaderías, de servicios, de ayudas familiares, de capital para inversión, de capital para donación, de capital entre filiales, de capital entre cuentas propias, etcétera, etcétera). La orden para debitar dinero de una cuenta en bancores de un determinado país, sería emitida por el correspondiente Banco Central de ese país, en correspondencia con un pedido desde el interior de su propia economía nacional, y en correspondencia con un contrato de cambio de divisa que sería exclusivamente manejado por el Banco Central o por una autoridad nacional competente. Un crédito recibido en la cuenta en bancores de un determinado país, generaría por cierto algo similar a lo recién indicado pero en sentido inverso. Y contrariamente a lo establecido para las economías nacionales en donde las cuentas de los agentes económicos deberían tener todas ellas saldos no negativos, en el sistema financiero internacional se permitirían saldos positivos o negativos en las cuentas dinerarias de los distintos países, aunque se impondrían saldos siempre no deficitarios para el organismo regulador y para los distintos organismos internacionales.

Como otra novedad en este sistema financiero internacional, se propone no cobrar intereses compensatorios sobre los saldos deudores de las distintas cuentas-país, y tampoco pagar intereses de ningún tipo sobre los saldos supernumerarios de las cuentas-país que se encontraran en esta situación. Por el contrario, sí se cobraría una tasa de regulación tanto sobre saldos deficitarios como sobre saldos supernumerarios de las cuentas-país, sumas éstas que se agregarían a un fondo internacional destinado a ayudar a los países más pobres, así como a los grupos poblacionales de mayor riesgo.

Como otra novedad en este sistema financiero internacional, se propone fijar topes de sobregiro en las ya aludidas cuentas-país, a efectos de evitar que algún país se endeude más allá de sus posibilidades.

Hasta aquí hemos definido en grandes líneas las bases financieras de una futura sociedad telemática. Ciertamente habría detalles que ajustar y que profundizar, aunque en lo personal pensamos que esta podría ser una buena base de partida.

Nuestra propuesta fundamentalmente se ha basado en dos grandes ideas que por cierto son de público conocimiento.

Una de ellas data de los años cuarenta, y corresponde al denominado Proyecto Bancor oportunamente propuesto por el economista John Maynard Keynes. La otra idea corresponde a los investigadores catalanes Magdalena Grau Figueras y Agustí Chalaux de Subirà, quienes muy acertadamente propusieron el uso en la economía de unidades monetarias exclusivamente escriturales, sugiriendo movilizar dinero en ese contexto exclusivamente a través de lo que ellos llamaron facturas-cheque (las que serían equivalentes a lo que aquí hemos llamado órdenes telemáticas de pago, o a lo que aquí hemos llamado despachos internacionales).

Nuestro aporte en relación a este trabajo, en lo principal consistió pues en combinar estas dos ideas, en profundizar también sobre la posible articulación de las distintas economías nacionales a través de la economía internacional, y en perfeccionar el mecanismo emisor de las facturas-cheque, que en nuestra propuesta no dejamos librada a la voluntad directa de los distintos agentes económicos, sino que imaginamos son generadas automáticamente por contratos digitales de distintas clases y de distintas complejidades (mecanismo que nos parece mucho más seguro y coherente).

¿Cuáles serían entonces las ventajas de esta nueva e imaginada sociedad telemática que aquí fue presentada? Ciertamente muchas y muy variadas: (a) Posibilidad de un mejor seguimiento a nivel general de las distintas cadenas de pago; (b) Recaudación automática de tributos y de tasas, y como consecuencia, reducción espectacular de la morosidad fiscal y de la evasión fiscal; (c) Enorme simplificación de tareas administrativas y de cobranza, con un formidable ahorro de recursos humanos y materiales; (d) Cumplimiento automatizado de contratos; (e) Manejo mucho más coherente de la moneda y del crédito; (f) Monopolización en manos de los Estados de ciertas importantes tareas que le generarían cuantiosos beneficios, entre ellas la actividad cambiaria (o sea los cambios entre diferentes divisas), la creación de dinero-crédito, un mejor contralor de la macroeconomía, una mejor elaboración de estadísticas tanto financieras como a nivel general.

Aquí terminan de momento nuestras sugerencias y nuestras proposiciones. Esperemos que otros con mejor capacidad que la nuestra, sepan descubrir nuestros errores, y sepan mejorar estos aportes.

El monetarismo al servicio del desarrollo social


Con toda evidencia, hoy día existen una serie muy grande de graves y extendidos problemas sociales, tales como el desempleo, la pobreza y la indigencia, la fractura social o segregación social, el alcoholismo y la drogadicción, la violencia familiar y callejera, la desigual distribución de recursos y de oportunidades, la muy despareja capacitación laboral que inevitablemente repercute sobre los ingresos de las familias, las variadas inequidades en cuanto al acceso a los servicios de salud, las injustas desigualdades en cuanto a cultura y a educación, la degradación del medio ambiente con sus secuelas en cuanto a calidad de vida y a problemas sanitarios, etcétera, etcétera, etcétera.

Y por tanto, de tener acceso a recursos abundantes, y de poder formular adecuados y eficientes planes operativos, sin lugar a dudas algunos de esos problemas podrían reducirse significativamente. Por ejemplo, de poder tener presupuestos mucho más generosos para la educación, a nivel general seguramente lograríamos mejorar el nivel cultural y la capacitación laboral, con lo cual a la corta o a la larga también mejoraríamos el nivel de ingresos de las familias.

Pero obsérvese que en base a lo recién afirmado, bien podría pensarse entonces que la falencia o la dificultad principal radicaría en no tener acceso a un financiamiento adecuado, seguro, y regular, así como en no tener o no poder aplicar estrategias sociales convenientes, para así poder efectuar un ataque frontal a algunas o a todas las importantes problemáticas antes enumeradas.

Con toda evidencia, la idea central emanada de esta presentación y de este razonamiento, obviamente es un tanto simplista e ingenua, y exageradamente idealista y utópica. El quid de esta cuestión, no está centrado exclusivamente en ausencia de voluntad política para otorgar los financiamientos adecuados, o eventualmente en ausencia de un decidido apoyo de la población para mejorar problemáticas sociales como las indicadas, sino que este asunto tiene raíces bastante más profundas y complejas.

Los recursos humanos y materiales por cierto son limitados, y un adecuado y conveniente financiamiento de programas sociales (léase: y una adecuada reserva de recursos para bien atender urgencias sociales y medioambientales) no podrá ser obtenida únicamente con una más adecuada distribución de recursos en el seno del tejido social, acompañada con una mejor sensibilización general en cuanto a los sentimientos de solidaridad con el prójimo y con las futuras generaciones; seguramente también será necesaria una mejor administración y una mejor logística a nivel general, para así o de alguna otra forma obtener recursos adicionales para poder aplicarlos a los planes sociales. Mejor administración y gestión, mejor logística socio­productiva, menores despilfarros e ilegalidades, son las premisas que están pidiendo aumentar la eficiencia y disminuir los desvíos a muy diferentes niveles y en grados importantes, para así permitir la liberación de importantísimos recursos que a su vez permitan mejor atender las necesidades sociales así como otras importantes cuestiones para la comunidad mundial, como por ejemplo un mayor respeto al medio ambiente y a la naturaleza (una mejor gestión del medio ambiente y de la naturaleza y de la biodiversidad, para así posibilitar un desarrollo más sustentable).

Y así, con esta idea, evidentemente no estamos afirmando algo muy novedoso y original, como bien podrá pensar el lector que sepa historia. La revolución industrial iniciada en el siglo XVIII, obviamente no hubiera sido posible, sin la importante acumulación y generación de recursos que tuvo su origen en las explotaciones feudales, donde los cambios tecnológicos y logísticos (entre ellos el cercamiento de los campos y un más inteligente relacionamiento entre señores feudales y siervos) sin duda fueron los que permitieron un mucho mejor rendimiento productivo a la par que liberalizaron mano de obra, a la par que liberalizaron importantes recursos humanos que debían encontrar empleo en otra parte, que debían encontrar ingresos y sustento en otras actividades.

Pero si la corrupción administrativa y política continúa en los niveles actuales, tal vez poca cosa a nivel general podrá obtenerse hoy día en cuanto a mejoras sociales, pues los avances que en algún sentido se consigan, serán en buena medida compensados por esa sangría importante y permanente derivada de las coimas, del tráfico de influencias, y de los contratos arreglados (lo que de una u otra forma es predatorio, lo que de una u otra forma no solamente desvía recursos sino que además provoca exageradas ineficiencias y despilfarros).

Pero si el narcotráfico continúa en los niveles actuales, tal vez poca cosa a nivel general podrá obtenerse hoy día en cuanto a mejoras en la atención médica, pues los avances que en algún sentido se consigan, serán en buena medida o en alguna medida compensados por esa sangría importante y permanente derivada del tratamiento de las adicciones así como de ciertas consecuencias asociadas a ellas, como lo son por ejemplo las infecciones por VIH-Sida, y como también lo son por ejemplo la violencia y la rapiña con origen en la desesperación de los adictos.

Y algo muy similar también podría afirmarse, si el tráfico de armas continúa sus operaciones como en el presente, o si nada se hace por abatir la especulación de pequeña escala así como los espectaculares desfalcos y las grandes crisis especulativo-financieras, o si los robos y las rapiñas continúan su curva ascendente, o si el contrabando continúa en auge así restando aranceles aduaneros a los distintos Estados, o si continúa el irracional modo productivo actual que se desarrolla con poco respeto al medio ambiente, etcétera, etcétera.

Y también algo similar podría decirse respecto de algunas otras de las problemáticas sociales o de las falencias que antes fueron enumeradas.

Es completamente ilusorio querer tapar algunos agujeros para que así entre menos agua al casco, en la medida que existan importantes hendiduras en el mismo por las que el agua penetra a borbotones.

¿Cómo mejorar este estado de cosas? Bueno, en líneas generales pensamos que primero es necesario poner orden en la casa, que primero es necesario mejorar el ordenamiento social.

El completo abandono del dinero signo y del dinero fiduciario a favor del uso exclusivo del dinero escritural y telemático podría ser un gran adelanto.

En efecto, con el dinero telemático cada agente económico (persona física, empresa, institución) podría llegar a tener un mejor control sobre sus recursos dinerarios, pues su disponibilidad total estaría claramente establecida a través del saldo de su respectiva cuenta dineraria, en donde además estarían detalladas todas sus transacciones, por pequeñas y cotidianas que ellas fueren. Además, este sistema se presta de maravilla para su tratamiento a través de la telemática, a través de la computación y a través de extendidas redes digitales de comunicaciones. Pero por otra parte, adosando conveniente información extracontable a los movimientos en estas cuentas, los titulares podrían tener un mucho mejor seguimiento y control sobre sus gastos y sobre sus inversiones y sobre sus ahorros.

Pero además y a nivel general, el propio Estado (léase: el propio controlador de este avanzado sistema financiero) también reforzaría sus posibilidades de evaluación y de control. En efecto, a través de la recién mencionada información extracontable y a través de los registros en esas cuentas dinerarias personales, sería posible hacer un mejor seguimiento de las diferentes cadenas de pago, lo que precisamente permitiría una mejor detección de las actividades ilegales (puesto que cada transacción estaría mucho mejor documentada, y puesto que todas las transacciones estarían obligadamente documentadas). Incluso en este contexto sería posible la recaudación fiscal casi totalmente automatizada, lo que por cierto representaría una ventaja enorme; burocracia pública en baja, morosidad fiscal en baja, evasión fiscal en baja, y también gerenciamiento simplificado para ambas partes, y también gerenciamiento simplificado tanto para contribuyentes como para los organismos de recaudación fiscal y de control fiscal.

Pero además, hay otro importante elemento que se escapa a un completo y total control estatal, y es la creación de dinero bancario, actividad que como se sabe hoy día es realizada por entidades privadas, puesto que en muchos países se admite la existencia de instituciones bancarias privadas.

En efecto, véase que cuando se usaba exclusivamente dinero de pleno contenido, tal vez el Estado o quien cumpliera esta función, podía darse el lujo de permitir la acuñación monetaria tanto a otros Estados como incluso eventualmente a entidades privadas, y si las estructuras de gobierno incursionaron en esta actividad de creación de dinero con valor intrínseco, fundamentalmente fue por razones de prestigio (como en el caso por ejemplo del imperio romano allá en la antigüedad clásica).

Pero como se sabe, desde el milenio –I a la fecha las cosas evolucionaron. Del dinero de pleno contenido luego se pasó al dinero con señoreaje, y luego al dinero signo, al dinero convertible, y en muchos casos los Estados dejaron la emisión monetaria en manos de entidades privadas, hasta que finalmente se tomó conciencia de la importancia de esta cuestión, y entonces los Estados monopolizaron completamente la creación monetaria a través de acuñaciones y de emisiones, las que hoy día ciertamente se encuentran concentradas en los llamados Bancos Centrales o Reservas Federales.

Sin embargo, hoy día los bancos comerciales continúan creando dinero a través de lo que se llama dinero bancario o dinero crédito o dinero escritural, y ello es permitido y tolerado por los Gobiernos probablemente porque aún no se ha tomado real conciencia de la importancia estratégica de esta cuestión.

Muy probablemente, cuando los Bancos Centrales dejen de utilizar el dinero fiduciario actual para a nivel general usar exclusivamente el dinero telemático y escritural, tal vez recién ahí se tomará real conciencia de la importancia de esta cuestión, y tal vez recién en ese momento el Estado se decida a también monopolizar buena parte de la actividad financiera.

En ese futuro y probable escenario, los bancos comerciales no tendrían porqué desaparecer, pues podrían quedar dentro de la intermediación financiera, pero con posibilidad de únicamente prestar los dineros que los particulares le confiaran, y sin posibilidades de aplicar ningún procedimiento de creación dineraria tal como lo hacen hoy día (o sea imponiendo que las instituciones bancarias tengan una cobertura integral de sus depósitos a la vista, y también imponiendo una cobertura que a lo sumo sea uno a uno entre sus préstamos y sus depósitos a plazo fijo).

En lo personal y en ese hipotético escenario, pensamos que incluso el rol del Estado de ser prestamista de última instancia o de último recurso del sistema bancario también podría ser revisado y suprimido. En efecto, ese juego tan característico del sistema bancario que recibe depósitos de corto plazo y que da préstamos de más largo plazo, por cierto también podría estar sujeto a revisión, y en lugar de que el Estado fuera el garante ante situaciones de emergencia derivadas de esta operativa, bien podrían ser los propios depositantes quienes cumplieran ese rol.

La actual organización económica ultraliberal está destruyendo las posibilidades de poder vivir en un mundo mejor, más justo, más solidario, más equitativo, más ecosustentable, pero lo que en el modelo actual está rotundamente equivocado, no es la gran libertad de emprendimientos en la base, y no es la propiedad privada de los medios de producción y la libertad de empresa, sino en nuestra opinión es la absurda ingeniería financiera que es aplicada.

El sistema bancario y los procedimientos de creación dineraria son los grandes responsables de los desequilibrios sociales y de las crisis financieras recurrentes, ya que con sus variados malabarismos operativos oscurecen la comprensión sobre las cuestiones económicas, y generalmente permite a los banqueros quedarse con la parte del león, es decir, permite que los banqueros actúen según sus propios intereses y sin pensar para nada en el interés general, obteniendo así beneficios demasiado importantes que no están acordes con sus efectivos aportes y con sus riesgos.

Son los banqueros y las instituciones bancarias quienes deben estar sentados en el banquillo de los acusados, y no el sistema capitalista en su conjunto. Es la actual versión del sistema productivo-financiero capitalista la que debe ser criticada, y dentro de ella principalmente se debe enjuiciar al sector bancario y a los procedimientos de creación dineraria, pues ellos sin duda son los que deterioran la calidad social de nuestra estructura de convivencia, y no tanto el propio sistema capitalista de producción y de asignación de recursos.

En efecto, dentro del actual sistema capitalista de producción y consumo, no está mal que cada cual vele por sus propios intereses y que cada cual tenga iniciativa de emprendimiento, pues ello es lo que dinamiza la actividad económico-productiva, permitiendo una alta tasa de innovaciones y una importante mejora en los rendimientos. Claro, aquellos agentes económicos que así obtengan beneficios sumamente importantes, bien podrían compartir su bonanza con la sociedad toda, pero no a través de iniciativas caritativas-personales-discrecionales, sino a través de una correcta aplicación de un buen sistema impositivo, que fuera justo, que no desalentara ni la inversión ni la constante búsqueda de mejor rentabilidad, que tampoco permitiera ni la morosidad fiscal ni la elusión fiscal, que desalentara el deterioro del medio ambiente como consecuencia de las actividades productivas y de consumo, pero que también así permitiera la obtención de recursos (vía ingresos fiscales) para destinarlos a programas sociales y al funcionamiento del propio Estado.

Bien, pero la actividad de la creación dineraria no debe estar sujeta a este esquema liberal, sino que debe quedar reservada exclusivamente a la órbita estatal cualquiera sean sus formas operativas, o sea tanto cuando hay creación dineraria a través de emisión fiduciaria, como cuando hay creación dineraria a través del llamado dinero­crédito o dinero­escritural.

Para que en un determinado espacio económico exista estabilidad económico-financiera, es decir para que allí no existan importantes efectos inflacionarios o deflacionarios, y/o para que allí desequilibrios de otro tipo no existan o sean más reducidos, conviene que la masa monetaria se encuentre muy ligada a los niveles del comercio, de la producción, y del consumo. Ahora bien, si la población crece en ese espacio social (con lo que concomitantemente también deberán crecer al menos las necesidades básicas) y/o si allí la actividad económica aumenta, obligadamente la masa monetaria también deberá aumentar en una proporción acorde, pues si lo hiciera en una proporción exagerada ello seguramente provocaría inflación de precios, y si por el contrario lo hiciera en menor proporción que la necesaria, ello en mayor o menor grado dificultaría la propia actividad económica, tendiéndose entonces a restablecer el equilibrio a través de reducción de precios y/o a través de menores niveles de consumo, lo que ciertamente repercutiría negativamente en el corto plazo afectando la actividad económica a la baja.

Muy bien, pero este razonamiento y esta observación son aplicables tanto a nivel nacional como a nivel del propio intercambio internacional. En una primera instancia pensemos pues en los mecanismos monetarios que sería conveniente implantar a nivel internacional, obviamente utilizando para ello una verdadera moneda internacional, una verdadera moneda mundial, especie dineraria que ciertamente concebimos que sea de tipo escritural, y que como en otros de nuestros trabajos aquí llamaremos bancor telemático o bancor digital o bancor virtual.

Concebimos pues que debiéramos tener una serie de cuentas dinerarias, una para cada Estado o una para cada zona monetaria, a las que por conveniencias de presentación de ahora en más llamaremos cuentas c-e. Además, obviamente también sería conveniente tener ciertas cuentas especiales, como por ejemplo una para la institución administradora de este nuevo sistema (cuenta c-a), otra para el operador de este nuevo sistema (cuentas c-b1 y c-b2), y otra para cada uno de los organismos internacionales (cuentas c-o). Por cierto, dentro de cada una de estas cuentas dinerarias, podrían ser definidas todas las subcuentas que pudieran ser de interés para cada titular (en esto no tendría por qué imponerse ninguna restricción especial, pues estas divisiones serían para un mejor manejo de cada titular).

El nuevo sistema financiero internacional estaría así constituido por este conjunto de cuentas dinerarias expresadas todas ellas en bancores telemáticos, expresadas todas ellas en bancores virtuales (cuentas c­e, cuentas c­o, cuenta c­a, y cuentas c­b1 y c­b2), así como por una especial ingeniería financiera y de registro.

Ahora bien, dentro de este esquema perfectamente podríamos por ejemplo pensar que la creación de dinero se efectuara por sobregiros de la cuenta c-a. Ciertamente en lo personal no es lo que nos parece más conveniente para regular los intercambios internacionales. En este caso lo más adecuado parecería ser ligar la creación monetaria a la propia actividad económico-comercial internacional. Y así, la masa monetaria se aumentaría y se reduciría según se fueren desarrollando las distintas transacciones.

En efecto, una exportación de mercaderías sin duda es una inyección de recursos no dinerarios en la circulación internacional, y por tanto debería generar un crédito expresado en bancores telemáticos, y allí estaría el dinero telemático creado y cedido como contrapartida de los recursos mercantiles traspasados, monto que sería acreditado en la correspondiente cuenta c-e del área de exportación. En este nuevo sistema monetario internacional, la contrapartida dineraria de ese crédito sería una deuda de igual monto de bancores digitales imputada en la cuenta c-e del área monetaria que recibe los recursos mercantiles traspasados.

Muy bien, entonces: ¿cómo se cerraría el circuito al interior de las economías nacionales que en el caso planteado serían las que importan y exportan esas mercaderías? Pues muy sencillo, los bancores virtuales serían convertidos a la moneda escritural local, a la tasa de cambio fijada en cada localidad por la autoridad competente, y ese monto dinerario sería el que oportunamente se exigiría al importador, o el que se daría al exportador (según el caso). Por cierto, a ese monto dinerario exigido o proporcionado, correspondientemente se le aumentaría o se le deduciría (según el caso) los gastos administrativos y cambiarios que pudieran corresponder, así como los aranceles aduaneros a importaciones y exportaciones, y también los seguros y fletes internacionales, los gastos de despacho y tramitación, etcétera. Nótese que el despacho mercantil internacional que detallaría los valores materiales transferidos, perfectamente podría ser un documento contable digital, que quedaría asociado a todas las cuentas dinerarias involucradas en esta operación, tanto a las cuentas escriturales en el nivel internacional, como a las cuentas escriturales locales. Este documento electrónico que aquí hemos llamado despacho, actuaría así como documentación de la transacción y también como orden de traspaso monetario, y por este lado es que se lograría un mucho mejor ordenamiento del espacio económico. Precisamente la separación tácita entre facturas y recibos de pago, de sus correspondientes transferencias dinerarias, sin duda es lo que desorganiza el espacio económico, y lo que permite todo tipo de ilícitos, de mentiras, de ocultamientos, y de abusos.

En relación a otras transferencias internacionales, como ser transferencias de servicios, transferencias de capitales, transferencias de ayudas familiares, donaciones, transferencias dinerarias para gastos de estadía y gastos varios fuera de la localidad (léase: turismo foráneo), etcétera, todas ellas podrían implementarse de una manera similar a la indicada, y también utilizando documentos contables digitales tales como despachos de servicios, despachos de capitales, despachos de ayudas familiares, despachos para pagos foráneos, etcétera.

Muy bien, pero veamos ahora un poco más de cerca la operativa financiera a aplicar para cada uno de estos despachos digitales internacionales, que documentan las transferencias internacionales de recursos dinerarios en contracorriente al flujo de recursos no dinerarios. Bueno, ciertamente las posibilidades son muchas, tanto en cuanto a las tasas administrativas a ser aplicadas como en relación a otros elementos.

Personalmente nos inclinamos a proponer que exista una tasa administrativa única y muy baja aplicable al monto total de cada despacho, y que esos fondos se vayan acumulando en bancores virtuales en la cuenta c-b2, con destino a cubrir determinados gastos operativos.

Por otra parte y como a través de toda la operativa de intercambio algunas de las cuentas c-e podrían estar sobregiradas, lo lógico sería imponer topes de sobregiro a todas las cuentas c-e. Dichos topes surgirían de un acuerdo internacional, y lo lógico sería que fueran calculados a través de una fórmula paramétrica en base al PBI del país en cuestión, y también teniendo en cuenta otros indicadores, como por ejemplo última balanza comercial anual, última balanza anual de pagos, monto de exportaciones en el último año, etcétera. Estos topes en ningún caso podrían ser rebasados, y en caso que un país se acercara peligrosamente a este límite, ello sería motivo para un análisis detallado de esta situación (por ejemplo por parte del FMI); fruto de este análisis se acordarían las soluciones a adoptar, ayuda especial, préstamo, condicionamientos varios, etcétera.

Lógico es imaginar que las cuentas c-a, cb1, c-b2, y c-o, correspondientes ellas a los organismos internacionales y al organismo regulador, deberían tener todas ellas topes de sobregiro nulo, para así obligar a estas instituciones a trabajar únicamente con recursos genuinos. Por cierto, los organismos internacionales serían financiados por los países miembros, en base a una cuota anual de membresía que se acumularía en la respectiva cuenta c-o, y con la única novedad que el pago de esta anualidad sería de débito automático, a deducir de la respectiva cuenta del país involucrado. Los organismos internacionales podrían movilizar estos fondos a través de un despacho de capitales, dirigiendo oportunamente los montos deseados a los países donde fueran requeridos en base al mejor cumplimiento de sus respectivos fines específicos.

Obsérvese que de acuerdo a este esquema, los países que exportan y/o que reciben capitales en tales niveles que hacen que su respectiva cuenta c-e tenga un saldo positivo al finalizar el período contable, serían sin duda los que de hecho financiarían a los otros países que tienen su respectiva cuenta c-e en rojo al fin del período contable. Sin embargo, no sería lógico proponer un interés compensatorio que fluya desde las cuentas c-e en rojo a las cuentas c-e en negro, por la sencilla razón que esos países con balanza de pagos supernumeraria podrían seguir comerciando sin ninguna restricción, y puesto que ellos de hecho ya están favorecidos suficientemente por tener saldo favorable de intercambio, y no es cuestión de favorecerlos aún más con un plus. Por lo tanto y a nivel del nuevo sistema monetario internacional aquí propuesto, los créditos internacionales (los préstamos internacionales) no generarían ningún tipo de interés compensatorio a transferir de las cuentas c-e en rojo a las cuentas c-e en negro. De todas formas, y una de las cosas que siempre se dice, es que lo que se desea es que los intercambios entre países sean equilibrados, es decir, que no haya una circulación de recursos tal que exageradamente acumule riquezas en ciertos países extrayendo o quitando las mismas de otros países. Dentro del esquema de cuentas dinerarias que aquí hemos planteado, esto equivaldría sin duda a que al término de un período contable todas las cuentas c-e se encontraran con valores positivos o negativos de escaso monto. Lo que propondremos por tanto al fin de cada período contable, es gravar a todas las cuentas c-e con una tasa de regulación, aplicable tanto a las cuentas deficitarias (con saldo negativo) como a las cuentas supernumerarias (con saldo positivo). El valor exacto de esta tasa o su respectiva escala, por cierto podría ser fijado según un determinado acuerdo internacional, y por ejemplo la escala de porcentajes aplicables podría ser respectivamente 2%, 3%, 4%, y 5%, en las franjas 0-1, 1-2, 2-3, más de 3, donde por ejemplo 3 correspondería al tope de sobregiro de ese país, o al PBI de ese país, o a un valor ligado con determinados indicadores. Estos aranceles de regulación fluirían por lo tanto desde todas las cuentas c-e hacia por ejemplo la cuenta aquí llamada c-b1. Los montos allí acumulados luego podrían revertirse hacia los países en dificultades transitorias, y especialmente hacia los países más pobres y con grupos poblacionales más vulnerables, a efectos de así complementar el accionar que otros organismos internacionales pudieran desplegar en relación a estas cuestiones.

Hemos aludido aquí a una tasa de regulación y a su respectivo procedimiento de cálculo. Correspondería pues aclarar cómo se calcularía la misma en el caso de otras cuentas diferentes de las aquí llamadas c-e. Pues nuestra propuesta en este aspecto es muy sencilla, la tasa de regulación sería siempre nula para esas otras cuentas, pues el hecho que un organismo internacional tenga muchos fondos o muy pocos fondos, no es algo que merezca ser ni premiado ni desestimulado.

Y ya para terminar con el detalle del propuesto nuevo sistema monetario internacional, correspondería explicar cuál sería el uso a dar a la cuenta c-a antes citada. Bien, esta cuenta está pensada para a través de ella aplicar un mecanismo de retardo en las transferencias dinerarias, el cual podría ser variable según los casos entre digamos treinta días y un año. Antes se explicó que se proponía regular y controlar las transferencias internacionales dinerarias y no dinerarias, a través de despachos internacionales (mercantil, de capital, de servicio, de ayuda familiar, etcétera). Muy bien, de estos documentos digitales surge una transferencia de bancores de una cuenta a otra, así como su contrapartida. Si la contrapartida es por ejemplo un contenedor de mercadería, la efectiva transferencia de la misma de un país a otro sin duda insumirá cierto tiempo, pues el transporte de carga aéreo o marítimo tiene esta característica, y además un tiempo adicional seguramente será requerido para que se puedan efectuar algunos controles de calidad, trámites de despacho, carga y descarga, verificaciones, etcétera. Como la transferencia de bancores de una cuenta a otra se haría por medios telemáticos, perfectamente ella podría ser instantánea. Lo que proponemos sin embargo es que esa transferencia dineraria no sea instantánea, para así mejor acompasar la efectiva transferencia dineraria con los tiempos de transporte y de trámite de los contenedores, así como con los tiempos y los controles que pudieran ser convenientes a las otras transferencias internacionales no dinerarias. Y esto podría hacerse operativo, imponiendo que toda transferencia dineraria entre cuentas se haga obligatoriamente pasando por la ya citada cuenta c-a. Así, el documento de despacho quedaría artificialmente inmovilizado cierto tiempo en esa cuenta dineraria en caso de tratarse de un despacho mercantil (retraso digamos por ejemplo de dos meses), y también en caso de tratarse de un despacho de capital (retraso digamos por ejemplo de ocho meses), etcétera, etcétera. Este retraso ciertamente se acumularía con el que cada Banco Central o Reserva Federal pudiera imponer a la entrada o salida de bancores hacia o desde su respectivo sistema financiero nacional (el cual podría ser por ejemplo de quince días si la contrapartida fuera contenedores, de dos meses si se tratara de un egreso de capital, de diez días si se tratara de un ingreso de capital, etcétera). Como podrá constatarse, con esta mecánica de retardo así como con la eventual aplicación de una tasa administrativa, podrían desestimularse los movimientos transfronterizos de capitales especulativos. En el caso del comercio mercantil, en el caso de inversiones de largo plazo, etcétera, el retraso artificialmente así provocado a través de este mecanismo, aunque el mismo fuera igual en todos los casos e igual por ejemplo a cinco meses o a seis meses, muy probablemente ello no sería visto como una barrera de excesiva consideración, cosa que al especulador tal vez sí lo afectaría de otra manera.

Muy bien, analicemos ahora si en esta imaginada economía internacional sería posible la ocurrencia de algún proceso inflacionario generalizado, como consecuencia directa de un determinado manejo operativo en ese nivel (léase: como consecuencia de la ingeniería financiera aplicada en ese nivel). Por cierto, nuestra respuesta es un rotundo: “No, afortunadamente no”.

En efecto, en una economía dineraria fiduciaria de tipo tradicional, efectivamente podemos imaginar que en un determinado momento podría hacerse una emisión exagerada de dinero, y que la misma se pone a circular porque hay un mayor endeudamiento del Estado, y/o porque aumentan las operaciones de crédito a las empresas y a las personas (léase: y/o porque hay un mayor endeudamiento de las personas físicas y jurídicas). Bien, en estas circunstancias quienes reciben esos dineros van a tener tendencia a utilizarlo, ya sea consumiendo, ya sea invirtiendo, ya sea prestando parte de sus reservas dinerarias. Y por lógica, si los niveles de producción y de consumo no se elevan de manera acorde, habrá muy probablemente demanda insatisfecha, y los precios tenderán a subir.

En el ámbito recién planteado de intercambio en el nivel internacional, las cosas ciertamente deberían discurrir por otros carriles.

En efecto, en primer lugar aquí los actores no están muy atomizados, aquí los actores no son ni personas ni empresas, sino que son Estados, son los Bancos Centrales de los distintos países. Y por tanto, aquellos actores que tuvieran cuentas c-e supernumerarias, lo que podrían eventualmente hacer es invertir sus excedentes en otros países, lo que implicaría deshacerse de bancores para obtener monedas foráneas. Muy bien, podemos imaginar entonces tres situaciones: (a) que esos recursos dinerarios queden como reserva en sus respectivas cuentas c-e; (b) que esos recursos dinerarios se dirijan a países donde se necesitan inversiones, y entonces esto sin duda será algo positivo, que contribuirá a una mayor actividad económica local sin producir excesivas presiones inflacionarias en ese ámbito, y que producirá beneficios en distintos niveles y para distintos actores; (c) que esos capitales se dirijan a países donde la actividad económica ya está cercana al óptimo, y entonces ello sí podría provocar localmente brotes inflacionarios, y lo lógico sería entonces esperar trabas o desestímulos al ingreso de estos recursos.

Por lo tanto y como resultado del análisis precedente, más bien sería dable esperar la ocurrencia de sanos y razonables equilibrios, cualesquiera fueren las circunstancias particulares que se presentaren.

Muy bien, quedaría ahora por detallar nuestra propuesta para los distintos sistemas monetarios nacionales, los que hasta ahora hemos mencionado solamente de refilón.

Personalmente concebimos un sistema monetario nacional también haciendo uso exclusivo de dinero escritural (una especie diferente para cada país o para cada región monetaria). Los distintos agentes económicos (personas físicas y jurídicas) tendrían todos ellos su respectiva cuenta dineraria c-p, las instituciones estatales tendrían todas ellas su respectiva cuenta dineraria c-i, el Banco Central tendría su cuenta c-bc, y los ingresos fiscales se deberían ir acumulando en una cuenta que podríamos llamar c-dgi. Por cierto, los recursos que se fueran acumulando en esta cuenta c-dgi, serían los que permitirían financiar el funcionamiento del Estado, y desde allí también se retirarían los subsidios que pudieran corresponder, así como los fondos para atender a los planes sociales vigentes y a otras distintas obligaciones estatales.

Dentro de este esquema, el Banco Central sería el único autorizado a la creación de moneda, así que la única cuenta con saldo negativo aquí sería c-bc, y el monto de esta cuenta sería (en valor absoluto) la masa monetaria en circulación.

Muy bien, el ingreso de bancores a este sistema financiero nacional como pago de una exportación o debido a un ingreso de capital, por cierto generaría moneda local, que sería entregada de inmediato o con un retardo al exportador o al representante local del inversor (registrando este ingreso en alguna cuenta c-p o c-i, y descontando de allí los aranceles aduaneros y la comisión por cambio de moneda que pudiera corresponder, montos estos últimos expresados en moneda local e inmediatamente transferidos a ciertas subcuentas c-dgi). El egreso de bancores para pagar una importación, o debido a repatriación de beneficios o a egreso de capital por cualquier otro concepto, debería generar por su parte transferencias en sentido contrario a las antes indicadas, así como destrucción de moneda local (materializada por un menor saldo negativo en la cuenta c-bc debido a una transferencia con este destino efectuada desde alguna cuenta c-p o c-i).

Por su parte y dentro de este sistema, las transferencias nacionales serían todas ellas documentadas con un documento electrónico similar al antes llamado despacho internacional. Lo importante sería no disociar ni contabilizar por separado dinero y contrapartidas, así como tampoco disociar y tratar por separado obligaciones emanadas todas ellas de una misma transacción original.

Así, una orden de pago de un salario también incluiría información conveniente sobre el respectivo contrato laboral y el período de tiempo trabajado, y el hecho que este salario llegue a la cuenta del trabajador, ya sería prueba suficiente de que se cumplió con esta obligación. Además, este acto seguramente es generador de otras obligaciones, como por ejemplo pago de impuestos sobre los salarios, pago de aportes sociales, etcétera, y la idea es que todas estas obligaciones sean generadas en cascada y cumplidas en forma automática, y no atomizadas y tratadas independientemente tal como se hace hoy día.

Por su parte, una orden de pago por una compraventa de contado también incluiría información detallada respecto de las mercaderías transferidas, y todo lo asociado con este acto debería ser cumplido de inmediato y aceptado por todas las partes, o protestado en plazos convenientes. Por este lado entonces, los impuestos a las compraventas también serían de recaudación automática y contemporánea con los hechos generadores.

Por su parte, los contratos de arrendamiento, los contratos laborales, los contratos por empréstitos bancarios, etcétera, todos ellos ciertamente serían generadores de cierta cantidad de pagos en determinadas fechas y con determinados montos, y esos pagos podrían incluir o no impuestos. Por tanto, la idea aquí también sería que todas las transferencias dinerarias asociadas con contratos, puedan todas ellas generarse y cumplirse automáticamente, por cierto dando posibilidad a las partes para protestar aquellos movimientos que no correspondieran o que debieran ser modificados en fecha y/o en monto.

Claro, hay ciertos detalles que tendrían que ser muy bien pensados, como por ejemplo cómo actuar cuando no existan fondos suficientes en las cuentas desde donde deban extraerse recursos dinerarios. Por cierto, las soluciones para estos casos particulares podrían ser variadas y ajustadas a las diferentes situaciones, activando las garantías que pudieran existir, cumpliendo adeudos emanados de contratos con cierto retraso, dando contratos por concluidos, permitiendo siempre compra de insumos básicos que en situaciones de emergencia serían atendidos desde fondos sociales especiales, etcétera, etcétera.

Obsérvese que en estadios avanzados de una economía telemática como la que aquí estamos analizando, también podría pensarse en dar un paso más en un sentido social, aplicando una reforzada ingeniería operativa que mejorara sustantivamente el funcionamiento general, y que así justificara decir que ya se habría pasado a una estructura económica nueva a la que podríamos llamar economía social o economía paternalista-social.

En efecto, véase que una vez aceptado en este contexto un determinado contrato por dos o más partes, perfectamente podría pensarse en una etapa previa o posterior de validación, en el cual se analice si ese contrato efectivamente podría ser cumplido por las partes. Esto en realidad no es especialmente innovador, ya que hoy día un arrendador por distintas vías trata de asegurarse que su eventual arrendatario pueda efectivamente cumplir con los arriendos, y si de ese análisis se desprenden demasiados peligros o demasiadas incertidumbres, sencillamente el contrato no llega a concretarse; algo similar por cierto también ocurre con los contratos de préstamo, ya que si quien solicita el mismo no tiene ingresos regulares suficientes, por lo general o bien el préstamo no llega a concretarse, o bien en adición se pide un refuerzo (se piden fiadores solidarios).

La novedad sobre la que aquí estamos llamando la atención, es que ese posible estudio de factibilidad en una futura economía telemática podría efectuarse de una manera muy cómoda y rápida, pues todos los datos de ingresos y egresos de una persona física o jurídica estarían todos ellos en línea, y porque los apremios de personas o familias en situación de riesgo también estarían muy bien documentados, y entonces, bien podrían tomarse decisiones a medida, para por un lado reducir incumplimientos contractuales (con lo cual se estaría mejorando el funcionamiento general de la economía), y para también poder graduar apoyos sociales más a medida y con mayor efectividad (con lo cual se podrían lograr mejores efectos sociales con menores recursos).

Hasta aquí hemos dado un panorama general de nuestras ideas sobre lo que hemos llamado economía telemática. Por cierto, no hemos incursionado en unos cuantos detalles. De todas formas, tampoco tenemos un interés especial en este momento por ser excesivamente detallista. Nuestro máximo esfuerzo aquí está concentrado en remarcar las innumerables posibles ventajas derivadas del uso del dinero telemático y escritural. Indudablemente los detalles operativos también tienen gran importancia e incidencia, pero estos aspectos bien podrían analizarse en su momento por convenientes grupos multidisciplinarios, y luego bien podrían revisarse periódicamente a la luz de la experiencia acumulada.

El dinero como herramienta básica de control del mercado


Llamaremos mercado dinerario o mercado monetizado, al ámbito de intercambio en el cual las transacciones entre los diferentes agentes económicos son reguladas a través de especies dinerarias, o sea a través de una moneda única, o a través de dos o más monedas diferenciadas.

Por moneda debe entenderse una especie utilitaria o abstracta, cuyos lotes pueden ser fácilmente comparados unos con otros por aplicación de algún tipo de medida, especie utilitaria o abstracta que además sirve como patrón de comparación para valorar los utilitarios intercambiados (o sea, que además sirve como unidad monetaria, como unidad universal de medida de valor), que también actúa como contrapartida generalizadamente aceptada por los distintos agentes económicos a cambio de las especies utilitarias cedidas, y que también es reserva de valor (o sea, que su valor no se diluye en forma importante con el paso del tiempo).

Por lo tanto, al pasar de un mercado de trueque a un mercado dinerario, el trueque directo entre elementos utilitarios es usualmente y mayoritariamente sustituido por lo que podríamos llamar trueque monetario, o sea el trueque de utilitarios por dinero, el trueque de utilitarios por cierta cantidad monetaria, por cierto monto de dinero.

Como bien viene de señalarse, los mercados de intercambio, los ámbitos de intercambio, con toda evidencia no siempre fueron mercados monetizados.

Primitivamente en estos ámbitos únicamente se usaba el trueque de especies utilitarias, trueque en el que la valoración de las especies circulantes era simplemente intuitiva y totalmente subjetiva y cualitativa, y efectuada directamente por los agentes que participaban en el intercambio, basados en circunstanciales elementos de necesidad y oportunidad, y sin usar formalmente ninguna clase de patrón de comparación. Muy posiblemente este comercio primitivo también tenía un fuerte componente social, que en muchos casos tal vez era bastante más importante que la plusvalía utilitaria que agregaba a las partes. Podríamos llamar mercados de trueque simple, a los ámbitos donde se desarrollaron estas primitivas formas operativas de comercio.

Muy probablemente y antes de verdaderamente concretarse los mercados dinerarios, los mercados de trueque tal vez evolucionaron luego en dos posibles orientaciones.

Una de dichas orientaciones tal vez fue la introducción de algún tipo de comparación rudimentaria para valorar entre sí las principales especies objeto de los intercambios, o sea la introducción de algo parecido a un patrón de cuenta, pero manteniendo el trueque en todos sus aspectos, o sea manteniendo la transferencia contemporánea y en ambos sentidos de las cosas intercambiadas (de los utilitarios intercambiados), y sin uso de ningún elemento auxiliar o instrumento auxiliar parecido a lo que hoy día llamamos moneda. Muy probablemente las equivalencias entre ciertas especies utilitarias así eran establecidas en base a la tradición, y si bien así se fijaba un marco referencial de comparación, el mismo no siempre era aplicado al pie de la letra, por lo que ciertamente así no se constituía y aplicaba un verdadero patrón de medida.

Otra de las mejoras probablemente consistió en separar en el tiempo las cosas intercambiadas, fruto seguramente de urgencias de tipo práctico. Los antropólogos descubrieron rastros de lo que tal vez podrían ser rudimentarias formas de documentación de trueques diferidos (o sea de deudas), los que se registraban muy primitivamente con elementos comunes de diferente tipo reunidos en vasijas o envoltorios que parecerían hubieran sido selladas por dos partes participantes en un intercambio, a modo de firma. Estos antecedentes, de ser realmente cierta la interpretación aludida, serían especies de primitivos contratos de crédito de especies utilitarias, así documentando un derecho que en algún momento debía ser satisfecho.

Sin duda las monedas de cambio históricamente surgieron como resultado de una evolución social muy larga, a raíz de la cual se hizo evidente la conveniencia práctica de disponer de un instrumento de este tipo, a efectos de así impulsar los intercambios multilaterales, y a efectos de que así los mismos se realizaran de una manera más racional y equilibrada, con mayor grado de libertad respecto de las necesidades específicas de los humanos en cuanto a tiempo y lugar.

En los mercados de intercambio, los elementos que son objeto de esta actividad, son los bienes utilitarios escasos o de dificultoso acceso, así como los servicios y los derechos que de alguna manera tienen algún tipo de interés o de utilidad para algunos agentes económicos.

Cuando se introduce la medida en estos ámbitos, o sea cuando se introduce el dinero, cuando se introducen las unidades monetarias, surge lo que podríamos llamar valor de uso y valor de cambio de cada uno de los elementos utilitarios objeto de los cambios, ambos valores que podríamos imaginar pueden expresarse en unidades monetarias. Por cierto, el valor de uso es subjetivo y personal de cada sujeto, de cada agente económico. El valor de cambio de un elemento utilitario, por el contrario está vinculado con el mercado de intercambio en una determinada condición, y sería el valor expresado en unidades monetarias al cual se podría vender ese elemento utilitario en un determinado momento y en un determinado lugar. El valor de cambio es pues el valor mercantil de un utilitario, el valor de venta de un utilitario, el valor monetario al cual el utilitario sería factible de vender en condiciones normales y usuales, o al cual el utilitario es efectivamente vendido.

Ahora bien, evidentemente éste no es el fin de la historia, o sea los mercados dinerarios no fueron ni son la culminación inamovible e inalterable de este proceso evolutivo de los mercados comerciales. Las especies monetarias históricamente utilizadas hasta la fecha, ciertamente no inciden todas de la misma manera sobre la actividad económica, ya que la abundancia o escasez relativa de las mismas así como la abundancia o escasez de las especies comercializadas, indudablemente tiene incidencia sobre los precios, es decir, tiene incidencia sobre los valores de cambio de los elementos utilitarios, y los va haciendo evolucionar a lo largo del tiempo.

Es así que según las diferentes características y cualidades de las monedas y de su manejo, podemos diferenciar a los distintos mercados dinerarios en diferentes grupos o clases.

Como monedas de intercambio históricamente por cierto se han utilizado distintos patrones, entre los que pueden mencionarse tanto a las monedas-mercancía como a las monedas metálicas (fundamentalmente de oro y plata), ambas especies dinerarias a las que también podríamos llamar monedas de pleno contenido o monedas con valor intrínseco o monedas de valor pleno, ya que ellas mismas son especies utilitarias.

A estas primeras monedas de intercambio siguieron luego lo que podríamos llamar monedas con señoreaje, o sea monedas metálicas con mayor valor nominal que valor intrínseco, y luego surgieron las monedas-signo o monedas convertibles, o sea monedas de alguna forma vinculadas con los metales pero también con menor valor intrínseco que su efectivo respaldo, y a éstas siguieron luego las llamadas monedas inconvertibles o monedas fiduciarias o monedas-papel, las que en realidad ya no están ligadas directamente ni con el oro ni con ninguna otra mercancía, puesto que los precios del oro y de todas las otras mercancías básicamente son todos ellos fluctuantes.

Y aquí se cierra la lista de monedas materiales, la lista de unidades monetarias concretas, la lista de monedas con soporte material específico, sea dicho soporte la propia mercancía usada como patrón, sea dicho soporte las monedas metálicas acuñadas, o los billetes bancarios utilizados para materializar o representar a las monedas-signo y a las monedas fiduciarias.

Las monedas con soporte material específico son todas ellas monedas anónimas, son monedas que no anuncian quienes fueron sus anteriores titulares y quién es el titular actual. Los tenedores o poseedores de las mismas en principio son sus respectivos titulares (salvo documentación en contrario), y los cambios de titular del dinero tanto pueden quedar bien documentados como pueden no quedar documentados.

Ciertamente este tipo de monedas circulan en contracorriente del flujo comercial, y su forma principal de circulación es un pase de mano de un titular a otro, aunque obviamente, también hay en este caso distintas formas indirectas de permitir cambios de titular, y que la operativa comercial admite como válidas.

Llamaremos sistema monetario con moneda material, a un sistema monetario que maneja una única moneda material, a un sistema monetario basado en una moneda con soporte material específico; en estos casos, la acuñación de moneda (en el caso de utilizar moneda metálica) y la emisión dineraria (en el caso de utilizar moneda signo o moneda fiduciaria), son los procedimientos aplicados para aumentar la masa monetaria. Y por cierto, para disminuir la masa monetaria, habría que efectivamente sacar moneda de circulación, lo que según los casos podría hacerse destruyendo moneda (fundiendo moneda acuñada), o lo que podría hacerse recuperando billetes bancarios en circulación a través de la colocación de deuda pública, y dejando luego inmovilizado el dinero obtenido de esta forma.

Los sistemas monetarios con moneda material, por cierto tienen una serie de inconvenientes derivados precisamente de la forma de circulación de las especies dinerarias, la que básicamente es discreta o encubierta así como generalmente mal documentada, lo que con facilidad permite oscurecer o disimular una serie de ilícitos, tales como el narcotráfico, la corrupción administrativa, el tráfico de influencias, la comercialización de objetos robados, la evasión impositiva, la morosidad fiscal, el incumplimiento contractual, y toda una serie de otros ilícitos económicos.

El siguiente paso evolutivo en los mercados dinerarios por cierto fue la introducción de las monedas escriturales, a veces también llamadas monedas virtuales o monedas digitales o monedas-crédito o dinero-giral. Estas especies dinerarias no tienen un soporte material específico, y por tanto un sistema monetario escritural ciertamente tiene un mayor nivel de abstracción, y debe ser imaginado como un conjunto de cuentas bancarias, una para cada titular, una para cada persona física o jurídica que actúa como agente económico, y en donde en cada cuenta se indica el número de unidades monetarias de cada titular. En el caso de un sistema monetario basado en una moneda escritural, la forma de circulación de la misma es a través de transferencias bancarias, a través de transferencias entre cuentas, o sea a través de simples anotaciones, que para cada transferencia específica debita cierta cantidad de unidades monetarias de una cuenta bancaria, y acredita la misma cantidad de unidades monetarias en otra cuenta bancaria. Nótese que un sistema monetario de este tipo ha avanzado hacia un mayor nivel de abstracción y hacia un menor nivel de materialización, puesto que la ingeniería monetaria allí utilizada perfectamente podría admitir la existencia de cuentas bancarias sobregiradas. En los hechos, no hay ningún inconveniente en imaginar que la entidad responsable de un sistema monetario de esta clase también actúa como un operador más, y que entonces también tiene una cuenta bancaria de la que es titular. Así, la creación de moneda en un sistema monetario escritural puro, solamente podría ser concretada a través de sobregiros, los que según la reglamentación que fuere adoptada, sólo podría ser admitido para la cuenta especial de la entidad reguladora, y/o también admitido para un selecto grupito de agentes económicos. En un sistema dinerario con estas características, la masa monetaria en juego evidentemente sería igual al monto acumulado de todas las cuentas sobregiradas, valor que por cierto siempre sería igual al valor acumulado de todas las cuentas con saldos positivos.

Hasta hoy día en realidad nunca se ha aplicado un sistema monetario escritural puro, pues hasta ahora lo corriente es utilizar un sistema monetario de tipo mixto escritural-material, el cual de hecho es un sistema multimonetario, puesto que en él conviven una moneda material con varias monedas escriturales (una por cada institución bancaria), todas ellas con el mismo nombre. En este sistema bimonetarista o multimonetarista, la conversión entre la moneda material y una moneda escritural es siempre uno a uno y sin penalización, así como también es uno a uno la conversión entre dos distintas monedas escriturales. Y por cierto, en este caso hay creación monetaria tanto por emisión de moneda material, como por creación de dinero bancario (léase: de dinero escritural, de dinero crédito, de dinero giral; léase: de dinero telemático si es que esta especie fuera manejada con esta tecnología).

Nuestra propuesta para un mucho mejor control y gobierno de la economía, se centra en tener bien claras las diferencias existentes entre: (1) un mercado dinerario con moneda mercancía (2) un mercado dinerario metálico (un mercado dinerario con moneda metálica, con dinero de pleno valor), (3) un mercado dinerario con moneda signo (un mercado dinerario con moneda convertible), (3) un mercado dinerario fiduciario (un mercado dinerario con moneda fiduciaria, con moneda no convertible), (4) un mercado dinerario escritural puro (un mercado dinerario sólo con moneda escritural, sólo con moneda giral), (5) un mercado dinerario mixto escritural-material.

Muy bien, ahora corresponde señalar nuestra posición en cuanto a las posibles evoluciones futuras de los mercados dinerarios.

Con toda evidencia y como ya se dijo, los mercados dinerarios mixtos que simultáneamente usan moneda escritural y moneda material, y por cierto también los mercados dinerarios que solamente utilizan algún tipo de moneda material, permiten ellos una serie de desvíos indeseados (corrupción, actividades ilegales, evasión impositiva, etcétera, etcétera), lo que sin duda representa una sangría de recursos excesivamente importante, y que por tanto por lo general comprometen la parte más débil de nuestro tejido social, que son los grupos más empobrecidos y con más carencias en cuando a capacitación laboral y a cultura. La pérdida de recursos que se producen a raíz de esos desvíos y la que además se produce por mala administración, es demasiado importante, es excesivamente importante, y por tanto en general ello influye restando recursos a los diversos programas sociales.

¿Cómo podemos cambiar este estado de cosas?

En nuestra opinión, ello implica por un lado la creación y utilización de una verdadera moneda internacional para regular los intercambios internacionales de recursos, de forma de así constituir un sistema monetario internacional escritural, en el cual por cierto toda la operativa debería ser canalizada a través de computadoras y a través de convenientes redes de comunicación. El especial uso de la informática y de la telemática en dicho ámbito de intercambio, justifica que digamos que así se constituiría un sistema dinerario telemático, un sistema dinerario donde se usa una moneda escritural y telemática. Haciendo honor a John Maynard Keynes, por cierto excelente economista y pensador que en los años cuarenta propuso una moneda internacional a la que llamó bancor, en este y también en otros trabajo usaremos las denominaciones bancor telemático, bancor escritural, bancor virtual, bancor giral, o bancor digital, para referirnos a esta especial y posible moneda internacional escritural.

A nivel de los distintos sistemas monetarios nacionales, por cierto también se propone la utilización de monedas escriturales y telemáticas (una por cada país o por cada región monetaria).

Como se verá y dentro de esta concepción, la eliminación de las monedas con base material así sería total.

Bien, esta reseña sin duda ha sido breve, aunque esperamos que ella ayude al lector a mejor comprender la economía, y a mejor manejarse en cuanto a su accionar como agente económico y como demandante de reformas estructurales.

Con toda evidencia la humanidad está avanzando a pasos de gigante, puesto que los logros científicos y tecnológicos se suceden cada vez con mayor rapidez. Sin embargo, en muchos aspectos también parecería que retrocediéramos, también parecería que reculáramos y que involucionáramos.

La brecha entre familias ricas y familias pobres, cada vez se agranda más y más. Incluso las diferencias entre países ricos y países pobres, día a día se hacen ellas más y más sustantivas.

Y a pesar de los enormes avances de las ciencias médicas, ciertas pandemias arrecian y se agravan, especialmente en algunas regiones específicas del planeta como por ejemplo África. Y también las agresiones al medio ambiente y al clima global debido al exagerado consumismo y debido a las actividades industriales, día a día son ellas cada vez más y más palpables.

En la OMC no logramos ponernos de acuerdo. El Protocolo de Kyoto tiene un avance excesivamente lento. Y el aire en ciertas grandes metrópolis por momentos es casi irrespirable.

Con evidencia son tan divergentes y encontradas nuestras posiciones personales, que posiblemente sólo podremos llegar a una convivencia razonable, en la medida que logremos implantar un mejor ordenamiento de base. Y en nuestra modesta opinión, dicho ordenamiento fundamental es la economía telemática.