lunes, 13 de abril de 2009

la estupidez colectiva


La viveza individual es una estupidez colectiva…

Bonito pensamiento… Profunda reflexión… Máxima o aforismo para siempre recordar, para enmarcar, y para colgar en la sala…

¿Cómo comenzó la viveza individual en desmedro de los semejantes y en perjuicio del colectivo?… La respuesta se diluye y se oculta en la noche de los tiempos…

En un colectivo en formación tal vez primero se ayudan sanamente unos a otros… Son tan grandes las carencias, son tan grandes los peligros externos, que los apoyos o los favores recibidos, por pequeños y modestos que ellos sean, se agradecen de todo corazón…

Pero luego el colectivo se afianza y se hace más seguro, y tímidamente aparecen algunos desvíos… El colectivo sigue su curso, se agranda, se fortalece, y crea avances y estructuras que a todos benefician… Y claro, nunca faltan quienes aspiran a recibir un poco más que los demás…

Los más tímidos, los aún reticentes, observan asombrados y azorados esos desvíos, pero no saben como combatirlos o como aminorarlos o como enjuiciarlos… Y luego llega el día que algunos de ellos se despiertan en la mañana y se interrogan: ¿Y por qué yo no también?…

Cierto, muchas religiones han intentado poner coto o límite a estas desviaciones, a estas avivadas, a estas picardías, a estos abusos, a estas inequidades, a estos comercios ilegales y denigrantes, y en algunos momentos históricos estas concepciones cosmológicas y de educación para la vida moralizante, han logrado revertir en parte ese camino errado, invocando la espiritualidad y el humanismo, ensalzando el gozo interno de quien observa un muy sano e impecable comportamiento personal, señalando recompensas y castigos en el más allá, estableciendo adecuados decálogos de comportamientos que se estimula a seguir a pie juntillas…

Pero la humanidad continuó avanzando, continuó progresando, y muchas ciudades se hicieron cada vez más grandes… Surgieron lo que hoy día llamamos megalópolis, donde la individualidad se pierde en el anonimato, donde la vorágine de los acontecimientos obliga a vivir siempre apurado, siempre cumpliendo horarios y compromisos, con frecuencia otorgando exagerada importancia a los bienes materiales, y dejando cada vez menos espacios para la reflexión, para el regocijo del espíritu, para el desarrollo de afectos familiares y de sanas amistades, para la ejecución de acciones elogiables y solidarias, para la meditación trascendental y mística… En esos enormes y complejos conglomerados humanos, las buenas acciones son proporcionalmente escasas y excepcionales, y trascienden en forma muy limitada… Y paralelamente muchas actividades productivas logran gran eficiencia, y así se genera una muy interesante plusvalía social… Y esa plusvalía comunitaria, claro, es muy tentadora, y tienta a más de uno… Total, las relaciones de intercambio están orientadas y controladas con un instrumento social muy imperfecto, están orientadas y controladas con dinero anónimo, que deja pocos rastros de abusos, de manejos, y de fraudes… rastros o pistas que como se dijo son escasos, y que por otra parte quedan rápidamente ocultos en una maraña de registros y de documentos a la que es muy difícil entrarle, pues las normativas y los formatos son muy disímiles, y no tienen ningún tipo de articulación centralizada y normalizada… rastros o pistas que los escasos testigos rápidamente olvidan o dejan de lado, ocupados como están en sus propios asuntos, y en algunos casos temiendo represalias o simples complicaciones administrativas que no les depararán ningún beneficio directo: “Cada lechón en su tetilla es la forma de mamar”.

Está bien, aplausos para quienes en este contexto se abstienen de las malas acciones… Aplausos para quienes en este contexto incluso dedican toda su vida a amar al prójimo, ayudando a suavizar las situaciones más extremas e injustas que se dan en esta estructura social en lo global muy rica y con enormes posibilidades…

Pero por un instante detengámonos a la vera del camino, y pensemos con criterios holísticos, y tratemos de imaginar y de eventualmente aplicar sanas estrategias integrales de convivencia, que por su estructura y funcionamiento de hecho dejen poco margen para los desvíos… Así, apliquemos a lo social los principios de seguridad industrial y de higiene industrial tan conocidos por los ingenieros…

La carne es débil y llama al pecado… ¿En lugar de principalmente trabajar con los potenciales pecadores o con los pecadores consumados, apelando a sus mejores reservas espirituales y morales para que siempre recorran la senda del bien y de la solidaridad interpersonal, por qué no situarnos todos en una organización social que tenga una muy especial estructura, en la que exista muy poco margen para los desvíos, y para las agresiones, y para la corrupción, y para las aberraciones, y para las actividades declaradas ilegales, y para las inequidades en cuanto a riquezas y a oportunidades?… Esta nueva y remozada organización social, esta nueva estructura comunitaria-institucional, por cierto no es una utopía, y la tenemos a la vuelta de la esquina… Comencemos por introducir progresivamente el dinero responsable e informativo, o sea lo que algunos investigadores sociales llaman dinero telemático, y poco a poco desplacemos así al dinero anónimo y permisivo… Y por cierto, sobre esta nueva base construyamos relaciones de convivencia mucho más transparentes, y factibles de seguir en sus efectos y en sus cadenas y en el esclarecimiento de las responsabilidades individuales… Así mucha más gente abandonará sus equivocadas estrategias de convivencia y supervivencia, no tanto porque reciban un sano y moralista llamado espiritual para esto hacer, sino porque el camino social no dejará muchas salidas para las desviaciones…

Con frecuencia es la ocasión la que hace al ladrón, y por cierto con frecuencia también es la ocasión la que hace al pecador…